Las Guerras de Guinea | |
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El combate por el trono
mprendida la contienda, que amargó los
últimos años de Enrique IV, los Católicos incurrieron en metedura de pata
documentada. Nombrados receptores del quinto de Guinea y la Mina de Oro,
Antón Rodríguez Lillo y Gonzalo Coronado, concedieron licencia a dos
carabelas de Lepe[1], para ir a los
rescates. Enterados de su regreso, el 20 de febrero de 1470, titulándose
reyes, reclamaron a Pedro de Estúñiga, señor del lugar, el quinto que "a
nos pertenescía e avemos de aver, de todo lo que de la dicha Guinea se
oviere"[2]. Enriqueño el
interpelado, no debió haber respuesta. La primera fase de aquella guerra,
se redujo a entradas y salidas de los príncipes, en las ciudades y
pueblos, que se ofuscaban con Enrique IV, para ser expulsados, apenas
empezaban a molestar. Segregado entretanto el Sus de Marruecos, desplazada
la guerra a Ifrikiya, Alfonso V aprovechó las agitaciones, para emprender
la campaña africana de 1471, conquistando Alcázar, Tánger, Çafi, Azamor,
Mazagán, Mogador y otras plazas, sin que Enrique de Guzmán se alterase,
por ser compatible su señorío, con la autoridad de un rey comerciante y
por supuesto con la de unos Xarifes, ocupados en cuestiones internas, a
los que complacía mantener un tráfico floreciente, con la colaboración de
un señor de behetría. En 1472, la visita del cardenal Rodrigo
Borgia, legado de Sixto IV, con plenos poderes, conmocionó a Castilla. Le
recibieron en la rada de Valencia, el Cardenal Pedro de Mendoza, embajador
de Enrique IV y Antón Rodríguez Lillo, representante de los príncipes.
Siguió al cortejo, apartándose a la entrada del territorio enriqueño, por
ser mal sano para un seguidor de Isabel. Agotado el mercado de bulas y
dispensas, en las provincias controladas por el rey, Borja contrarió la
voluntad del monarca, tomando el camino de Alcalá de Henares. Valenciano
de origen, sirvió a Juan II de Aragón, casando a los Católicos, legitimó a
su hija Leonor, que pasó a llamarse Isabel y relajó a los grandes del
juramento que hicieron a Juana, como heredera del trono. No está escrito,
pero a juzgar por los hechos, debieron acordar que a cambio de la ayuda,
prestada a la pareja, para conquistar el trono, los monarcas ayudarían al
prelado a conseguir el solio, con promesa de posterior rectificación del
reparto del reino de Fez, en favor de Castilla. Portadores de la relajación del juramento,
hecho a la princesa, a más de poderes, para prometer cualquier cosa, Pedro
Fernández de Córdoba y Alonso de Palencia recorrieron el reino, buscando
adhesiones. El Condado de Vizcaya "se reduxo a nuestro servicio, dos años
antes que nos reynásemos"[3]. Y Enrique de
Guzmán, a principios de 1473[4]. Isabelino Gonzalo
de Estúñiga, alcaide de Palos que controlaba la villa, los navegantes del
Alfoz de Saltes hicieron la guerra al rey, teniendo por aliado al duque de
Medina, cabeza de la hueste isabelina en Andalucía. De la enriqueña, lo
fue Rodrigo Ponce de León. Alfonsino a su tiempo y perdonado, permaneció
donde estaba, enfrentándose al primo por primera vez. Este cumplió el
compromiso de ir sobre Cádiz. Destrozó los armazones de pesquería y las
almadrabas, pero no pudo tomar la ciudad. Pedro de Vera, alcaide de Ponce
de León, mató a su colega, Basurto, haciéndose con Medina Sidonia y su
fortaleza. A medias con el alcaide de Rota, ocupó Puerto de Santa María,
señorío del Duque de Medinaceli, seguidor de Isabel. Porque "a la sazón
era del Marqués de Calis", se formaban flotas y armadas en el Guadalete,
con barcos de Cádiz, Rota, Huelva y otros lugares, para ir "mar
adelante.., allende al Cabo de Aguer", con licencia del rey de Portugal,
cuyo hijo estaba casado con Juana de Castilla. Al no estorbar la tendencia
política, imperante en el lugar de origen del sujeto, Alfonso Franco,
vecino de Palos, acudió con su carabela, para ir al Cabo de Aguer, "como
otras veces", con aceite, cebada, trigo y armas, mercancías "defendidas"
por los Católicos, que el rey de Portugal permitía vender a los moros. Sin
sospechar que en su pueblo podían tomar a mal la escapada, regresó al
Alfoz de Saltes, con 116 esclavos, "comprados" muy civilmente. Entrando,
le abordaron carabelas armadas, que tomaron barco y carga, por orden de
Gonzalo de Estúñiga[5].
García Escandón, vecino de Puerto de Santa
María, entró en aguas de Palos, para hacer agua y leña en El Paralejo,
como de costumbre, antes de cruzar a su pesquería, sin sospechar que
estaba en territorio enemigo. Lo supo cuando se le vino encima Alfonso
Yáñez, tomándole carabela de 40 toneles, son sus aparejos, por proceder de
villa enriqueña[6]. Policía del mar
los paleños, Antón Martín Nieto y Francisco Fernández, capturaron la
carabela de Juan de Mesa, vecino de Bermeo, por estar matriculada en
Puerto de San María. Faenaba en los bancos del Cabo de Aguer, recibiendo
quebranto de 30.000 maravedís[7]; Juan Jiménez de
Sevilla, de esta vecindad, perdió carga de moros, al regreso de Cabo de
Aguer; Fernando Pérez, también del Puerto, que traía dos carabelas, con
114 moros y moras y 1.500 meticales de oro, valorado el todo en dos
cuentos de maravedís y Pedro Bueno, vecino de Jerez, con 18 cautivos en la
Machorra, cargados en el Cabo de Aguer, "que es tierra de moros", donde
cada cual estuvo por su parte, fueron tomados por los de Palos, el uno
navegando "a través del Çafi" y el otro frente al Çafi[8]. Herido Pedro Bueno
en la refriega y desembarcados en Huelva, pararon en mazmorra de la
fortaleza de Niebla, quedando presos "en fierros", hasta que pagaron los
20.000 maravedís, que el duque de Medina exigió por cabeza, en concepto de
rescate.[9]. Sospechoso Diego
de Herrera de permanecer fiel al Trastamara, Gonzalo de Estúñiga le
capturó carabela cargada de grano, con destino a Canarias[10].
Muerto Enrique IV en diciembre de 1474, dejó
a su hija, por testamento, el trono y cuanto poseía[11]. Proclamada en
Madrid y en ausencia, los Católicos se hicieron aclamar "rey e reyna de
los dichos reynos de Castilla e de León", en Segovia y en presencia, con
ayuda de Andrés de Cabrera[12]. En la facción
juanista, encabezada por Diego López Pacheco, Marqués de Villena, militó
Rodrigo Ponce de León. Siendo Isabel conocida de los castellanos, que
ignoraban la existencia de Juana, Fernando se mantuvo en silencio,
aguardando que el cortejo regio, cruzase la frontera, para ganar la
guerra, usando por arma la calumnia. Estando la reina en Zamora, con
séquito inevitable de portugueses, por ser su marido Príncipe de Portugal,
a 19 de mayo de 1475, el Católico llamó a la guerra, acusando a Villena y
los seguidores de Juana, de pretender entregar Castilla, al rey Alfonso
V[13]. Debilitada la
posición de la facción legitimista, por tan fácil engaño, la guerra civil
no pasó de engorro marginal, que dejó a los Católicos margen sobrado de
maniobra, para iniciar la ultramarina. Muerto Fadrique Enríquez, siendo el
Almirante Mayor su hijo, Alonso Enríquez, los reyes quisieron atraerle,
ordenando al juanista Gonzalo de Saavedra, que le devolviese Tarifa, con
puerto, fortaleza y la mitad de las pagas y tenencias, percibidas en los
últimos 18 años[14], gesto demagógico,
que no sería obedecido. Deseando Isabel tripulantes paleños, porque "sólo
los de Palos conocían de antiguo el mar de Guinea"[15], estando
prohibido, por las ordenanzas locales, sacar navío de su alfoz, sin tener
parte en el señorío y a los vecinos embarcar con forastero, la reina quiso
controlar la villa. Repartida la jurisdicción en 12 partes, entre otros
tantos miembros de las familias Silva y Zúñiga, pensó que el secuestro le
aportaría marineros autóctonos. Calificando de "escándalo" pleito, que
enfrentaba al Conde de Cifuentes y hermanos, con Gonzalo de Estúñiga o
Zúñiga, acusado de usurparles su mitad de la villa, la reina la embargó a
10 de agosto de 1475, ordenando a su fiel seguidor, entregar poder y
fortaleza a Gil de Hinestrosa, que la daría a Diego Gutiérrez, alcaide por
la corona[16].
El 19 del mismo mes, Isabel firmó sendas
albalas, declarando guerra en la mar, a Portugal y a medio mundo. Haciendo
abstracción del reparto del reino de Fez, ratificado por sucesivos
pontífices, afirmó ser propiedad de su corona, como herencia de sus
antepasados, la "conquista" de las "Islas" de Africa y Guinea. Retomando
el argumento tradicional, culpó a Enrique IV de debilidad, causa de que
Alfonso V se hubiese "entrometido" a cobrar quintos, que no le
pertenecían. Tras manifestar su voluntad de enderezar la situación, ordenó
a los castellanos, que "fuesen" por la mar, hacer "todo mal e daño", al
"adversario de Portugal", metáfora que en adelante, designaría al rey
portugués. Quien navegase por aguas de Africa y Guinea, sin haber
depositado fianzas en manos de sus receptores, suficientes para garantizar
el pago del quinto al regreso, sería capturado, perdiendo el extranjero
libertad, barco y mercancías. Y el castellano todos sus bienes, con la
cabeza[17].
Tenía la corona unas cuantas galeras, por no
usarlas los particulares, al ser barco descubierto, inadecuado a la
navegación de invierno, las travesías prolongadas y el transporte de
mercancías. Necesitando aquella guerra de otro tipo de navíos, quedó a
cargo de mercaderes y pescadores, que tuvieron el corso, como segunda
profesión. Regulado el reparto de las presas, les correspondió casco,
pertrechos, rescate de los marineros y un tercio de la carga, quedando a
la corona los dos restantes, con capitanes y maestres. Entregados a los
oficiales de la reina en Sevilla, tras ser debidamente interrogados en el
potro, sobre cuanto supiesen de puertos y rutas, se les haría servir en
las armadas de Castilla, por miedo o por dádivas. Práctica Isabel,
recomendó respetar a los barcos a la ida, para cazarlos de regreso, a
carga completa[18]. Redondeando la
campaña, Rodríguez Lillo y Coronado formaron núcleo de armada, con seis
carabelas, embargadas a particulares: "todas las mercaderías e cosas e
gentes de armas, que fuere menester", serían financiadas a cargo de un
cuento o millón de maravedís, que habrían de prestar, de grado o por
fuerza, los mercaderes andaluces "de lonja e de fuera de lonja..., que
traen sobre aguas de la mar", a devolver con cargo a las rentas de
Sevilla, en plazo indefinido, es decir, nunca. La armada, a cargo de
Alvaro de la Nava, capitán mayor, haría la guerra a Portugal y a cuantos
se acercasen a las "islas" de Africa y Guinea, sin licencia de los
Católicos, a más de rescatar "oro, esclavos y manegueta". Reunidas 30
velas[19], incordió tanto a
los que tenían por costumbre ir a los rescates de la Mina, que Castilla se
convirtió en enemigo único, de guerra europea. Con Francia no tardó en
tener "guerra declarada"[20], siguiendo Eduardo
IV de Inglaterra, que rompió su alianza con Castilla y Aragón, firmando el
tratado de Picquigny, con Luis XI, en agosto de 1475. No se percataron los
monarcas de la novedad. Brillante la campaña, en septiembre los Católicos
se llamaban reyes de Portugal y Alonso Enríquez Almirante Mayor de
Castilla y Portugal, pasando sus emolumentos del medio quinto, a dos
tercios de quinto. En cuanto a los Católicos sumaron la corona de Portugal
a la retahíla, que adornaba sus encabezamientos[21]. En noviembre, considerando la Guinea
definitivamente ganada, quisieron controlar el tráfico, con las "escalas
de mercadores". Puertos del Xarife, abiertos a cristianos, donde tenían
factor el rey de Portugal, el duque de Medina y los mercaderes más
destacados de su tiempo, crearon "licencias", de adquisición obligada.
Encargado de despacharlas Gonzalo Chacón, Comendador de Montiel, mayordomo
y contador mayor de los reyes, Isabel las ubicó " en la costa de "Allende,
en la ysla de Africa e en Bervería", del "cabo d'Aguer fasta el cabo de
Aguiló, con el golfo de Meça, por la costa de la mar, desde dentro de Çale
fasta el Cabo de Aguiló". Individualizándolas, las nombró por su orden:
Cabo de Aguer, los dos Çales, Viejo y Nuevo, con "el río en medio",
Azamor, la ciudad de Çafin y Aguiló[22]. En 1476, se
pusieron cuatro galeras reales en el Estrecho, al mando de Alvaro de la
Nava y Mosén Boscán, a las que se unió armador vasco. Capturaron mercante
genovés, sospechoso de sacar trigo andaluz sin licencia y estuvieron en
Arcilla, quizá con la armada, combatiendo frente a su costa con Alvaro
Mendes, el más activo de los capitanes portugueses. El vasco perdió su
navío en el encuentro[23].
De formar la armada se encargaron Rodríguez
de Lillo y Alonso de Palencia, buscando velas ligeras, porque las mayores
no podían rebasar el Cabo de Leona, principio de la costa del "placel" de
Guinea, por falta de fondo. Esperaban reunir 30 embarcaciones, como el año
anterior, pero la empresa empezó con mal pie, debido a la resistencia de
los mercaderes sevillanos, a facilitar nuevos préstamos. Retrasado el
"armamento", los de Portugal se adelantaron. Cuenta Palencia que al estar
ocupada la Guinea por castellanos, Ferrâo Gomes se negó a pagar los
600.000 cruzados del arriendo. Se lo perdonó el príncipe D. Juan, señor de
la provincia, poniéndole por condición armar 20 barcos, para aguardar a
los andaluces. Zarpando en invierno, el mejor tiempo, porque los "aires
son más saludables" y el mar de Guinea estaba sereno. Viejos amigos de los
naturales, los portugueses terminaron brevemente sus "rescates", omitiendo
la espera, pues regresaron antes de aparecer la armada de Isabel[24].
Convocada en el Guadalquivir, "para que
entrasen sobre mar e fuesen en la conquista de Africa e Guinea, que a nos
pertenesce", reunió 25 navíos y 3 naos vascongadas, que se apartarían en
el Cabo de Leona, al no poder seguir, por exceso de calado. Capitán mayor
Charles de Valera, hijo de Diego de Valera, llevó por capitana carabela
propia. Formadas las tripulaciones por vascos y andaluces, quiso paleños,
"curtidos en las cosas del mar", por ser su principal actividad capturar
"muchas embarcaciones" de portugueses, "al regreso de Etiopía o Guinea,
matando a las tripulaciones y tomando esclavos, esclavas y mercancías".
Poco aficionados a navegar para el rey, o por retenerlos, efectivamente,
el duque de Medina Sidonia y otros sevillanos, opuestos a la guerra, se
retrasaron tanto, que la armada no salió hasta mayo[25]. En la mar
surgieron nuevos retrasos, a causa de la indisciplina de Pedro del Puerto,
capitán de nao. A poco de zarpar se apartó, para capturar carraca
genovesa, sospechosa de dirigirse a Guinea. Portadora de tapicerías, paños
mayores y armas, Pedro regresó a Puerto Santa María, vendiendo la presa en
300.000 maravedís que se embolsó, sin pagar el quinto al Almirante.
Reincorporado a la armada, que le estaba aguardando, siguieron a Porto
Santo, donde hicieron aguaje. Prohibido por el capitán mayor rescatar,
antes de llegar a la Mina, Pedro se hizo con un esclavo y ciertas
mercancías, recibiendo lógica reprimenda. No siendo aficionado a soportar
broncas, puso proa al puerto de Barrameda, con las naos vizcaínas, cuyos
tripulantes no aguantaban impertinencias[26]. Según Palencia, la armada saqueó la Isla de
Antonio Noli[27], probablemente
Porto Santo. Juan de Moguer, propietario de "vallinero", secuestrado para
la empresa, recordaba que zarpó de Puerto de Santa María, peleado en la
mar con "portugueses" y "los moros", sus aliados[28]. Juan de Moya,
forzado a incorporar su carabela, menciona encontronazo con el portugués,
Alvar Mendes y haber comprado a Valera dos moros blancos, capturados en
Arsila[29]. Fracasado el
intento de tomar los barcos de Ferrâo Gomes, la armada siguió a las costas
de "Africa", capturando dos carabelas de Rodrigo Ponce de León, con 500
esclavos azanegues y mercancías[30]. Considerando
suficiente el botín, los de Palos se volvieron, continuando Valera a
Sierra Leona, con los vascos y algunos andaluces[31], para llegar
demasiado tarde a "Los Azúcares", pues los de Portugal, no estaban en la
Mina de Oro ni costa de Guinea[32]. No se consideró
la jornada un éxito, pero tampoco un fracaso. En 1477, Antón Martín Nieto
fue requerido, porque debía 11.200 maravedís del quinto de la carabela
Buenavista, que tomó a los portugueses la armada, "que por nuestro
mandado... se fizo el año pasado"[33]. Entretanto los
vascos armaban para "esta guerra que tenemos contra el adversario de
Portugal"[34], combatiendo en el
norte con franceses[35] y "otros enemigos
de mis reinos"[36]. Era capitán mayor
el armador, que fletase la primera embarcación, como catalizador de las
restantes[37]. Alfonso V salió de Lagos en junio de 1476,
"para o mar do Levante", con 16 naos y 5 carabelas, uniéndose al
"Almirante Coloum", prestado por Luis XI. Recibido el vasallaje de
Arcilla, donde debió encontrarse con la armada y las galeras de Nava,
desembarcó en Narbona. Subiendo a París, se entrevistó con Luis XI,
planificando la continuación de la contienda. Simple capitán en la
documentación, Colón amaneció en La Coruña, con dos barcos tomados a
castellanos, quizá en encuentro frente a Cabo San Vicente. Juan de
Granada, vecino de Rentería, que había navegado con el francés, cuando
ejercía de corsario, le puso en aprieto, por conocer su táctica,
recuperando "las naos quel tenía robadas de nuestros súbditos... e
prendieres sy pudiérades al dicho Colón"[38]. El 6 de enero de
1477, las tropas de René II de Lorena, a medias con suizos libres,
liquidaron a Carlos el Temerario, frente a los muros de Nancy. Liberado de
su principal enemigo, el rey Francia pudo dedicar su atención a guerra,
secundaria hasta entonces. De no haber vivido los Católicos
ensimismados en su ombligo, el suceso les hubiese inquietado. Pero al dar
la espalda al exterior y a toda realidad, que no fuese la suya, se
sintieron seguros de la victoria, normalizando la venta de licencias, para
rescatar en "las Yslas de Guinea e las otras Yslas comarcanas".
Introducido el formulario manuscrito, se conserva autorización en blanco,
para fletar dos carabelas. El armador habría de depositar fianzas, que
cubriesen al valor del quinto estimado, a satisfacer al regreso. Libres de
navegar "sueltas" o en flota, eligiendo el tiempo y puerto de partida, que
mejor les pareciese, podrían llevar cualquier mercancía, con excepción de
trigo y armas, por estar prohibida su venta a los moros, "rescatado" lo
"que en las dichas yslas ay e se suele traer", en especial "esclavos,
manegueta y oro". De regreso, entrarían donde les pareciese[39]. El Conde de
Cifuentes, suponiendo, sin equivocarse, que su mitad de Palos había sido
embargada a causa de la guerra, pidió en nombre propio y de sus hermanos,
que le fuese devuelta, acusando a Gonzalo de Estúñiga de haberla usurpado,
por "fuerza e contra su voluntad, de fecho e contra derecho", sin
mencionar al alcaide Pedro Osorio, nombrado por la corona, ni el
secuestro[40]. Probado que la
medida no facilitaba la formación de armadas, la reina complació al
conde. En marzo de 1477, a punto de iniciarse la
temporada de las navegaciones, los reyes refrescaron la memoria de sus
vasallos: "bien sabedes como... ovimos declarado pertenecernos la
conquista de Africa e Guinea, e que la avíamos tomado e tomávamos e
defendiendo que ningunas personas fuesen osados de yr ni enviar yr a la
dicha Guinea, ni a las partes della", sin real licencia, advirtiendo que
quienes "lo contrario fisieren", perderían "navíos e armas e
mercadurías.., e las personas estoviesen a la nuestra merced"[41]. Ampliado el
abanico de enemigos de Castilla, al ofender a los principados alemanes,
con la captura en Galicia, de navío de Lübeck, sospechoso por transportar
sal[42] y a los escoceses
con la del "Undia" por vascos, navegando confiado "en la buena paz e
alianza, que está asentada entre nos e el Rey de Escocia, su señor", en
aguas inglesas, porque además de hierro, lienzos y holandas, llevaba
bonito, especiería y pastel, mercancías típicas de Guinea[43], Antonio Noli,
temiendo el mal mayor, se amparó de las tropas castellanas, entregándose a
Fernando, con su isla de Cabo Verde. A principios del verano, quizá por saber enamorado a su hijo, Juan de Portugal, de su prima Leonor, Alfonso V le facilitó el divorció, abandonando sus pretensiones al trono de Castilla. Retiradas sus tropas de Zamora y Trujillo, Isabel se trasladó a la villa extremeña, cambiando el destino de 600 arrobas de vino y trigo, secuestradas por la ciudad de Jerez. Elaborados 1.000 quintales de bizcocho, el producto de la venta permitiría pagar 70 lanzas, llamadas a servir en la guerra. Al ser innecesarias, la reina ordenó entregar el lote, en especies, al "capitán de los mares", Alvaro de la Nava, encargado de "faser armada contra el reino de Portugal", para continuar la "guerra por mar". A 20 de octubre de 1477, el Marqués de Villena, con los seguidores que quedaban a Juana, dieron obediencia a los Católicos[44], que se pusieron en camino hacia Sevilla. No bajaron por el río a Sanlúcar[45], continuando a Puerto de Santa María, para instalarse en Jerez, por el placer de ver el mar. Lo hicieron para supervisar la preparación de armada "gruesa", que habría de enderezar una guerra, cuyo signo cambiaba peligrosamente.
[1]
El primer Duque de Medina Sidonia dio en dote a su hija Teresa, nacida de
Elvira de Guzmán, las villa de Lepe, Ayamonte y La Redondela, al casar con
Pedro de Zúñiga. [2]
SRGS. II.1470.13. Al titularse "reyes", historiador diligente del siglo
XIX, anotó al margen que lo eran de Sicilia, corona cedida por Juan II al
hijo, para casar con Isabel. Esta corona no tenía derecho alguno, sobre
Africa o Guinea. [3]
SRGS. IX.1480.274. [4]
Para mayor información, ver "Entre el Corán y el Evangelio", de la autora.
Inédito. Nota sobre Enrique de Guzmán. [5]
SRGS. V.1495.407. [6]
SRGS. XI.1477.206. [7]
SRGS. XI.1477.245/ XI.1477.345. [8]
SRGS. VI.1489.108.R.A. Doc. XCIII. El metical era la moneda de Marruecos,
Cabo de Aguer, Sale, Safi y Azamor. Lo menciona Battuta en el siglo XIII y
aparece en el siglo XVII. [9]
SRGS. XII.1485.202/III.1487.65/VI1489.108/ XII.1485.71. [10]
SRGS. VIII.1484. 133/IV 1485.57. Las
cabalgadas mencionadas por Palencia, tuvieron lugar siendo alcaide de
Palos Gonzalo de Estúñiga. En 1475, vecinos de la villa y Puerto de Santa
María, acogiéndose a viejo privilegio, fueron sin real licencia con dos
carabelas, "a las costas más próximas, a la Guinea", desembarcando en
territorio de "azanegas", a los que describe como altos, "de poco ánimo",
flojos para el trabajo, de condición "blanda" por alimentarse de pescado,
que se hacían más fuertes comiendo pan. De color cetrino, vecinos de
pueblos más oscuros, vivían "derramados por las lagunas", dejándose
capturar sin resistencia. Consiguieron 120 cautivos. Animado por el éxito,
Gonzalo de Estúñiga organizó nueva armada de tres carabelas, para traer
esclavos. Llegados a destino, el "rey" local, acostumbrado a tratar con
portugueses, preguntó a los andaluces de quién eran los barcos. Al
contestarle en portugués, cambió prisioneros por anillos de latón, adargas
pequeñas, paños de colores y otras cosas, ofreciendo festín de carneros y
una ternera a los blancos. Estos correspondieron, invitando al rey. Al día
siguiente se presentó en la playa, rodeado de una "muchedumbre". Terminado
el ágape, visitaron los barcos. Estando el rey bajo cubierta, con 140
nobles, los castellanos cerraron las "portas", haciéndose a la vela. En
alta mar, el prisionero quiso saber de quién era la armada. La
respondieron que de un rey "nobilísimo". Llegados a Palos, quisieron
obligar al rey a caminar con los demás esclavo. Respondió que sólo iría
arrastrando con una soga o a caballo, porque "su desdicha había de ser
terrible o digna". Imposible convencerle, Gonzalo de Estúñiga le dio un
caballo, al que montó con ligereza, demostrando su práctica. Fue hasta la
corte, al frente de sus compañeros, donde el Católico le liberó, ordenando
que fuese devuelto a su patria, porque entre reyes se respetaban. Palencia
y Antón Rodríguez Lillo, traspasaron el encargo a Gonzalo de Estúñiga. Al
retrasarse el flete, el rey asistió a la venta de sus hermanos y
parientes. De regreso en su país, aplicó la astucia para hacerse con
castellanos, con el fin de trocarlos por parientes cautivos (Alonso de
Palencia. Crónica de Enrique IV. Lib. V,
cap. II. Lib. VI,
cap. VI). [11]
Isabel conservó el testamento de su hermano. Poco antes de morir se lo
hizo traer, para quemarlo personalmente. [12]
SRGS. VII.1480.18. [13]
ADMS. 465. [14]
SRGS. II. 1475.184. Nombrado alcaide por Enrique IV, usurpó la villa a
Fadrique Enríquez, padre de Alonso Enríquez. [15]
"Crónica de Enrique IV". Alonso de Palencia. Década III. [16]
SRGS. VIII.1475.607. Gonzalo pasó a residir en Sevilla, concretamente en
Triana. [17]
SRGS. VIII.1475.586/587. Entre los que participó, figura Antón Martín
Nieto. Regresaba con su "vallinel de faser la guerra a los portugueses y
los moros", cuando le capturaron los de Lepe (SRGS X.1477/286). Nieto tuvo
parte en la Buenavista, que se tomó a portugueses. [18]
SRGS. VIII.1475.586/587. [19]
SRGS. VIII.1475.586/587.
Iniciada la guerra, los portugueses corrían la costa Andalucía. Según el
cronista no había, para guardarla, más de "tres o cuatro pescadores de
Palos" (Crónica de Enrique IV. Alonso de Palencia. Década III).
[20]
SRGS. III.1477.223. [21]
SRGS. XII.1475.791. [22]
SRGS. XI.1475.730. [23]
SRGS. VI.1476/763. Al decir del cronista, gracias a las galeras de Nava,
el pirata Alvar Mendes sólo pudo apresar a los andaluces, en "Los Ríos" o
Guinea (Crónica de Enrique IV. Alonso de Palencia. Década III). [24]
Crónica de Enrique IV. Década III. Lib. V,
cap. V. Lib. VI, cap. V, cap. VI. [25]
Palencia acusa a los sevillanos, a Enrique de Guzmán, a Pedro y Gonzalo de
Estúñiga, de haber obstaculizado la salida de los marinos de Palos,
causando el retraso de la armada (Crónica de Enrique IV Década III. Lib.
V,
cap. V. Lib. VI, cap. V, cap. VI). [26]
SRGS. III.1447.383. [27]
"Crónica de Enrique". IV Década III. Alonso de Palencia. [28]
SRGS. X.1477.286/II.1485.291. [29]
SRGS. II.1485.291. Negociado el rescate en Palos, estaba "igualado" en
100.000 maravedís y un caballo, valorado en 20.000, cuando la justicia le
secuestró los cautivos. Según el documento, cuando "se fizo el armada la
para Guinea", Juan Moya "asentó con el Doctor de Lillo nuestro Chanciller
e de nuestro consejo" "que tenían nuestro poder para faser la dicha
Armada.., so la capitana de Charles de Valera", que iba por capitán.
Compró a él y otros, "dos esclavos moros blancos de Arsila de rescate". No
aparece Palencia. [30]
Palencia acusa al Marqués de Cádiz de haber mandado dos galeras, con aviso
para Fernán Gomes, de la armada que se estaba preparando. Olvida que
entonces era cabeza de las huestes de Juana en Andalucía, no habiendo
prestado obediencia a los Católicos, antes de finales de abril de 1476
(Crónica de Enrique IV Década III Lib. V,
cap. V. Lib. VI, cap. V, cap. VI). [31]
"Crónica de Enrique" IV Década III. Alonso de Palencia. [32]
SRGS. III.1447.383. [33]
SRGS. XI.1477.425. [34]
SRGS. 1476.829. [35]
SRGS. II.1476.68. [36]
SRGS. II.1478.58/47. [37]
SRGS. 1476.829. [38]
SRGS. II.1476.66. Palencia hace a Colón pirata natural de Gascuña, con
base en Honfleur. Llevaba un solo barco, que reforzó a su manera. Con
tripulación de vascos, gascones, ingleses y alemanes, atacaba de
preferencia a genoveses y portugueses, habiendo mandado Alfonso V una
armada contra él. El cronista achaca la guerra con Francia, a tarascada de
Colón contra mercaderes vascos, que pasaban por Cabo San Vicente, rumbo a
Lisboa. En 1476, Alfonso V embarcó con el corsario en Oporto. Pasando por
Arcilla, donde el rey tomó posesión, probablemente precedida de combate,
le llevó a Narbona. El 7 de agosto del mismo año, señala encuentro de
Colón con genoveses y flamencos, a 90 millas de Sanlúcar, del que escapó
de milagro. Trasladado el incidente de La Coruña a Ribadeo, Palencia añade
que en 1477, Colón estorbó la navegación a los gaditanos. En agosto de
1485, cuatro galeras venecianas, que salieron de Cádiz hacia Flandes,
tropezaron en Cabo de San Vicente, con 7 velas, al mando del hijo de Colón
(Alonso de Palencia: Década III Lib. IV,
cap. VII., cap. X. Lib. VII, cap. V. Lib. IX,
cap. V. Crónica de la Guerra de Granada Lib V). [39]
SRGS. II.1477.357. [40]
SRGS. II.1477.129. [41]
SRGS. III.1477.378. 2ª [42]
SRGS. IX.1480.240. [43]
SRGS. X.1483.107. [44]
SRGS. X.1477.145. [45] Una de las Galeras de Alvaro de la Nava, llevó a los reyes de Sevilla a Sanlúcar. (Alonso de Palencia. Crónica de Enrique IV Lib X, cap. IV). |
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